Vivimos en un mundo donde nuestra información personal no es la única sobre la que tenemos responsabilidades. Cuando subimos una foto a Facebook, la publicamos en Twitter y Flickr o la difundimos a través de nuestro blog, hemos de tener en cuenta al resto de personas que aparecen en la misma.
Sin embargo, nos olvidamos de esta sencilla regla de cortesía demasiado a menudo. Fotos de fiestas, eventos públicos y al aire libre o contenido de índole personal circula por la red de terceros a pesar de nuestra reticencia. Para evitarlo, nada mejor que estos sencillos consejos:
- Si vas a publicar una fotografía donde aparecen más personas aparte de tí, pídeles permiso.
- Si vas a etiquetar a alguien en Facebook en lo que podría resultar una situación demasiado «distendida», deja que el/ella aprueben primero la publicación de la misma.
- Si posees un contenido en formato electrónico de índole privada, que podría dañar o menoscabar la imagen de su protagonista, no lo publiques o podrías acabar en el juzgado.
- Si vas a publicar cualquier cosa en internet ten en cuenta que, por muchos filtros que le pongas, estás haciendo algo equivalente a una declaración pública.
Gran parte del incumplimiento de esta netiqueta tan básica se debe al desconocimiento del propio usuario, que aplica la misma laxitud para el contenido ajeno que para el propio. Sin embargo, también hay personas que solo buscan dañar con este tipo de acciones, así que el consejo más importante es, quizá, el siguiente: Si te puede traer problemas, no generes el contenido.
Aunque suene cínico, la persona en la que más puedes confiar eres tú mismo/a. Todo lo demás cambia.