Imagina que un parte temático se convierte, por obra y gracia de la tecnología, en un mundo casi indistinguible del far west. Imagina que todos los figurantes son máquinas con apariencia de consciencia; almas de metal creadas para hacer realidad todos tus deseos. Esclavos impresos en 3D para tu exclusivo uso y disfrute. ¿Resistiría tu brújula moral o, por el contrario, te entregarías a la maldad y el saqueo?
Westworld es un nuevo y maravilloso engendro surgido de un buen puñado de las mentes más creativas de la televisión moderna. Ahí esta Jonathan Nolan, ahí está J. J. Abrams, ahí está la HBO. ¡Anthony Hopkins, Ed Harris! Ni en los sueños más húmedos de un crítico televisivo se podría dar una combinación más letal para quienes ya sufren de sedentarismo.
Pero limitarnos a la trama principal o la excelencia del elenco sería errar el tiro a la hora de averiguar qué convierte a esta serie en la nueva Meca para todos aquellos que nos habíamos quedado huérfanos cuando cierta isla en la que pasamos nuestra juventud desapareció de la pantalla. Parte de la revolución de Westworld radica no en su vanguardia, sino en el dominio de los símbolos.
Sabemos que William va a jugar el papel de buen tipo cuando le vemos escoger el sombrero blanco y sabemos que el personaje interpretado por Ed Harris es más malo que la quina porque tiene la armadura clásica del villano. La primera vez que vemos el dibujo del laberinto, es imposible no pensar: statt rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus. Llevamos unos pocos capítulos y las referencias cultas ya se acumulan a toda velocidad.
Los buenos productos de ficción son como los ogros o las cebollas: tienen capas. Si eres un fan de las pelis del oeste te encantará el festival de clichés que ofrece Westworld en cada capítulo. Si lo tuyo es la filosofía, disfrutarás de reflexiones sobre libre albedrío, conciencia, esclavitud y capitalismo. Si amas la ciencia ficción, ni siquiera tengo que señalar todo lo que encontrarás porque te espera un buen banquete. Y si eres un aficionado a la aventura clásica, he aquí un producto que, con sus misterios y arco narrativo, hará las delicias de cualquier purista.
Si Westworld llega al Olimpo de las series, solo el tiempo lo dirá. De momento, disfrutemos de este viaje cuyas paradas tan bien conocemos. Amantes de la aventura y el misterio: bienvenidos.