—¿Y nunca ha preguntado a nadie acerca de esa casa de la puerta? —preguntó Mr. Utterson. —Pues no señor, he tenido esa delicadeza —fue la respuesta—. Estoy decididamente en contra de toda clase de preguntas. Me recuerdan demasiado el día del Juicio Final. Hacer una pregunta es como arrojar una piedra. Uno se queda sentado tranquilamente en la cima de una colina y allá va la piedra arrastrando otras cuantas a su paso hasta que al final van a dar todas a la cabeza de un pobre infeliz (aquel en quien menos habías pensado) que no se ha movido de su jardín, y resulta que la familia tiene que cambiar de nombre. No señor. Yo siempre me he atenido a una norma: cuanto más raro me parece el caso, menos preguntas hago.
Robert L. Stevenson, El extraño Caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde