Desde que la publicidad en forma de banners hiciera su aparición en la década de los noventa, anunciantes y lectores han desarrollado una gran carrera tecnológica. Los primeros, para seguir llegando a los segundos; los segundos, para evitar que les hicieran la puñeta los primeros.Conforme la red se extendía y los anuncios iban haciéndose más coloridos y destacados, los internautas acabamos por desarrollar tolerancia a la publicidad, llegando a ignorar parte de la misma.Medios y anunciantes interpretaron mal el mensaje, explorando nuevas y obtrusivas maneras de colarse en la retina del lector. Así llegaron toda clase de fuegos artificiales en forma de anuncios que te perseguían por toda la página, contenido multimedia que convertía tu ordenador en una rave mientras cerrabas pestaña tras pestaña para averiguar de dónde salía el reggaeton.n
Bloqueo de anuncios
Con la llegada de los nuevos navegadores la situación se niveló: extensiones como Adblock o Adblock Plus pulularon por doquier y muchos internautas comprobaron que borrar la publicidad del mapa era una decisión técnica y no moral: el rendimiento de los equipos y la carga de páginas web mejoraba cuando se eliminaban todos los ‘cepos'. Como se imaginarán, esto no sentó demasiado bien.n
Supercookies y herramientas anti rastreo
Actualmente, algunas webs diseñan su publicidad para evitar, en la medida de lo posible, el bloqueo de anuncios. Además de introducir formatos más problemáticos como el desplegable, que se activa si lo rozas con el ratón, también surgió el tracking, o rastreo de datos a través de diferentes páginas cuya publicidad esté servida por la misma o mismas compañías.n
La guerra del siglo XXII: activistas contra publicidad
Alexis Madrigal escribió un interesante artículo en The Atlantic sobre lo que será la vanguardia de la distorsión cultural y la continuación de una guerra sin cuartel que los activistas libran con el corporativismo desde hace décadas.n
I foresee that activists might find the best way to disrupt corporate power on the Internet is to be begin interacting with the ads they're being shown and muddying the data that's being collected.
¿Y cómo se llevaría a cabo dicha distorisón? En opinión de Madrigal, con una clase de armamento cuyas víctimas habían sido, hasta ahora, los internautas: el ruido.
The counterintuitive logic of online advertising is that any time someone clicks on an ad, it costs the advertiser money. So, clicking on any, say, mortgage-related Google ad, would cost the company that placed it more than $1, according to current pricing. Other banking-related keywords are more expensive, too. «Jumbo mortgage» has an average cost-per-click of $2.42 (and you'll find Citi, Union, and Fremont banks advertising on the search). «Mortgage calculator» goes for $5 (presumably because those searches are more serious). One person's clicks, of course, don't mean much. But a million people's clicks would. Tens of millions of clicks would. And this is a kind of online activism that's closer in nature to Anonymous' famed distributed denial-of-service attacks than to protesting in the streets. It's something people could participate in without leaving their computers and it would not be hard to write tools that would help activists coordinate their actions.
Lo que necesitamos
Cada vez se hace más urgente encontrar otro sistema que consiga reconciliar a los anunciantes con su público y acabar con este viejo conflicto. Si el ya mermado modelo de ingresos publicitarios a través de banners y contenido animado continúa ignorando las quejas de los usuarios y luchando contra los que defienden su derecho a controlar su información o el rendimiento de sus equipos, ello devendrá inevitablemente en un perjuicio para ambos.