Cuando me fui a la universidad, me llevé una radio. Una de las mejores compras en aparatitos que hice en mi vida, porque nunca jamás me falló.
En principio, la utilizaba de vez en cuando para no aburrirme cuando tocaba hacer trabajos o trasnochar con las tareas académicas. Pronto me aficioné a la radio y acabé pegando en la pared una parrilla horaria con los programas que me interesaban. Y uno de esos programas fue La Rosa de los Vientos.
La Rosa de los Vientos era un programa de misterio, cultura y actualidad. A lo largo de cuatro horas (la duración fue cambiando) se daban cita los pasajes históricos, las tertulias de actualidad y el misterio sobrenatural. El programa comenzaba con la sintonía, extraída de la banda sonora de una película llamada El inglés que subió una colina, pero bajó una montaña; protagonizada por Hugh Grant.
Secciones interesantes eran: pasajes de la historia, donde Cebrián narraba las venturas y desventuras de algún personaje histórico; la zona cero, dedicada a lo sobrenatural y los misterios del universo; y una desternillante sección humorística al final donde lo mejor de todo eran los comentarios del locutor.
La escena se habrá repetido mil veces: estar sentado al ordenador redactando un trabajo y mirar durante unos minutos a mi radio al llegar algún momento importante de cada programa. Aquello era algo más que radio, era un refugio y un descanso para la mente en mitad de la madrugada. Y pronto deseé poder hacer lo mismo: tener una sintonía, presentar un programa y hablar de las cosas que me gustan. Con la llegada del podcasting pude hacerlo y así cumplí un sueño. No pasa muchas veces en la vida.
Ayer Cebrián nos dejó a causa de un infarto, y ya no volveremos a escuchar a nuestro amigo y compañero. Adiós, Juan Antonio. Que los vientos te sean favorables allá donde vayas.
La Rosa de los Vientos en Onda Cero