The Blacklist es una serie que trata sobre Raymond Reddington, enemigo público del Estado y criminal internacional que, por razones que al inicio de la serie nos son desconocidas, decide ayudar al FBI. Capítulo a capítulo, la serie nos ofrece el retrato de Reddington como un hombre de mundo, una persona que todo ha visto y todo ha experimentado.
En una escena realmente notable y justo antes de mandar al villano de turno a criar malvas, Reddington confiesa su deseo más profundo; aquella cosa que añora el que tiene todo. «Quiero volver a dormir como cuando era niño».
En Reddit, Una web que fomenta el debate sobre temas muy diversos, se anunció que los usuarios podrían entrevistar al Monstruo de las Galletas, personaje conocido por su afición a la ingesta de cereales procesados con alto contenido en azúcar. Fue una verdadera delicia ver cómo los lectores de Reddit, por lo general un público crítico y dado a bromas para adultos, se dejó llevar por la entrevista cuando uno de los personajes de su infancia hizo acto de presencia. “Me ha respondido el Monstruo de las Galletas, es uno de los mejores días de mi vida”, dijo uno; “te quiero mucho, Monstruo de las Galletas, y mis hijos también”, decía otro.
La infancia, con su mezcla de realidad e invención, tiene un gran poder. Durante nuestra vida como adultos, pocas veces volvemos a experimentar ciertas cosas con la misma intensidad. Es por ello que cualquier acontecimiento durante la etapa mencionada -Una lectura intensa, una película emocionante o un sueño tranquilo y sin ansiedad, quedará grabado a fuego para siempre. La infancia no llama a la puerta, la derriba y te pasa por encima.
Cuando Netflix anunció una nueva serie basada en los Masters del Universo oude recordar, como si fuera ayer, las tardes a base de VHS alquilados y rebobinados cien veces que mi hermano y yo nos pasamos frente al televisor mientras nuestra madre nos echaba la bronca -sin mucho entusiasmo, todo hay que decirlo- por retrasar los deberes.
Pude recordar aquellos capítulos donde He-Man se enfrentaba a toda clase de horrores lovecraftianos, que probablemente fueron los responsables de arrojarme en brazos de los Mitos de Cthulhu durante mi adolescencia. Casi 30 años después me sorprendía a mí mismo, un adulto responsable, rebuscando por Internet para saber por qué Skeletor estaba tan interesado en descubrir los secretos del castillo de Greyskull.
Hay quien nos advierte sobre la nostalgia, una fuerza que puede ser beneficiosa a la par que destructora. Se habla, incluso, de una infantilización de la sociedad. Yo me pregunto quién no apuraría el vino del estío, la copa de aquellos preciados momentos en los que felicidad y niñez se combinaron.